31 agosto, 2011

No, no y no

Llevo unos días escandalizándome cada vez más. No quería hablar, no quiero entrar en polémica, quiero tomarme la vida mucho más zen, pero ya no puedo más. Hoy he visto algo en las noticias (que son malas para la salud) que me ha sacado de quicio.

Y tengo que decirlo. Estoy hasta los cojones de lo políticamente correcto.

Hoy he visto una información, que de ser cierta, demuestra que no sólo somos un país de pandereta, sino también, gilipollas. Nos dejamos manipular y del modo más zafio, cuando nos dicen "¡cuidado! ¡Os quieren obligar a pensar de cierta manera! ¡Mejor piensa como yo, que es lo correcto!" Y no nos damos cuenta que seguimos siendo borregos. Políticamente correctos, pero borregos, gilipollas y lerdos.

La noticia en cuestión decía algo así como que en un pequeño pueblo de Málaga, Moclinejo, van a votar para convertir el lugar en un destino turístico exclusivamente homosexual (y pintarlo de rosa, que ya hay que ser horteras). Y el problema viene con ese "exclusivamente". A ver que yo me entere. Yo voy con mi pareja, heterosexual, y un amigo va con su pareja, del mismo sexo. Vamos a un lugar y a ellos los echan por "maricones de mierda" (en el peor de los casos). Y eso es delito (cosa que me parece perfecto). Ahora bien, vamos los mismos cuatro a ese pequeño pueblo de Málaga, a disfrutar de los espetos, y a mí y a mi pareja nos echan, sin más, porque es un lugar exclusivo gay. Y eso es bueno, moderno, ultra cool. ¡Mis cojones en vinagre! Es el mismo puto perro con distinto collar.

Hace ya un montón de años, demasiados, me enseñaron en los primeros días de carrera que todos somos iguales ante la ley. Mucho antes de eso, mis padres, que son mayores, añejos, de otra generación, me enseñaron que no importa con quién te vas a la cama, si te hace feliz. Que es la cuchara con que vas a comer, y que nadie debe imponerte una mierda. Y con eso me dirijo por la vida. Soy una fanática de la igualdad y del respeto, pero en ambas direcciones. No me digas con quién debo follar, y no te diré con quién debes hacerlo tú. No me digas a qué dios debo rezar, y no me quejaré cuando lo hagas tú. No me trates distinto porque entre mis piernas hay un órgano sexual determinado y yo haré lo mismo. Es sencillo, respétame y te respetaré.

Pero no me vengas imponiendo mierdas bajo la óptica de la modernidad y el progreso, porque no cuela. Me da igual que te pintes de rojo, de azul, de blanco y amarillo, o del color que te salga los cojones. Si me dices que a un lugar no puedo ir porque es exclusivo para gente que folla con determinada gente, me quejaré. Porque me recuerda mucho a otros tiempos, y a otros colores. Porque, joder, debo ser daltónica, o no diferenciar la izquierda y la derecha. Pero a mí el discurso me suena igual. Me están obligando a comulgar con ruedas de molino. Y por ahí, señores, no paso. Me da igual que lo llamen fascismos o discriminación positiva. Es una puta discriminación, y es ilegal, inmoral y me saca de quicio.

Cuando conozco a una persona, me importan tres cojones si es rubia o morena, alta o baja, hetero o gay. Exijo el mismo trato hacia mí, ni más ni menos. Exijo libertad, justicia e igualdad de trato. No quiero guettos, de ningún tipo. Ni leyes de paridad estúpidas que ni son de paridad ni son estúpidas, porque benefician a los de siempre, los que chupan del frasco.

Ya está bien. Dejemos de ser borregos en nombre de lo políticamente correcto, y seamos simplemente respetuosos. Y sí, esto va también por las JMJ. Coño, que también se paralizó Madrid cuando ganamos el mundial y no oí quejarse ni a Dios (nunca mejor dicho). Vive y deja vivir. Y esto va para TODOS.

Coño ya.

11 agosto, 2011

El príncipe azul

Quería que mi próxima entrada hablara sobre la visita que hice hace unos días a las ruinas del monasterio de Santa María la Real, pero es que llevo de un tiempo a esta parte escuchando algo que me saca de quicio. Me explico.

He escuchado, leído, visto en varios lugares y medios decir a varias mujeres una frase estupenda, modernísima y fantástica, "los príncipes azules no existen". Y al principio, te hace gracia. Después de varias, te das cuenta que se está convirtiendo en una idea común. Los príncipes azules no existen... ¡ni las princesas, no te jode!

Pero ante todo, he de poner mi mas exacerbado grito en el cielo, mi queja más enérgica. Que unas cuantas petardas no hayan encontrado a un príncipe no quiere decir que no existan. Sólo que son unas petardas. Yo puedo decir muy alto que los príncipes azules existen, porque yo tengo el mío.

Puede que no sea un príncipe al uso que me traiga el desayuno a la cama, pero todos los fines de semana (bueno, casi), me hace unos superdesayunos increíbles. Puede que no me compre cada capricho que se me antoja, pero nos hemos podido comprar una casa gracias a su "modo ameba ahorrativa". Puede que no me diga piropos cada día, pero me demuestra de mil maneras diferentes que soy la única. ¡Y una mierda que los príncipes azules no existen! El mío es azul, azul real intenso, imborrable, imperecedero... y único, ese es el problema.

Que yo soy una princesa afortunada, que ha encontrado al príncipe que le da la dosis justa de cal y arena para hacerle feliz. Supongo que ese es el problema. La mayoría de las mujeres están tan centradas en lo modernas que tienen que ser, que ni ellas mismas saben lo que quieren. Pues que se jodan. Pero los príncipes son como las meigas, existir, existen.

He dicho >_<