25 enero, 2012

Pongamos que hablo de Madrid

Madrid es una ciudad que odias o amas, y ambas cosas a la vez la mayor parte del tiempo. Raro es el madrileño que no está deseando huir en cuanto llega el viernes, o el verano, pero más raro es aún aquél que no se muere por volver. Yo, en este caso, soy una más. Odio y amo esta ciudad a partes iguales, dependiendo del momento. Odio sus calles atestadas, su transporte público lleno de maleducados y que funciona como el culo, que sea casi imposible hacer nada sin pelearse con mil funcionarios, el olor del metro... todo.

Pero lo cierto es que esta ciudad sencillamente se te mete en las venas. Y ya es imposible vivir sin ella. Sobre todo en los días fríos de invierno, donde el aire seco de la sierra arranca cada gota de calor que queda en tus huesos, pero el sol brilla en lo alto, dando ese azul al cielo tan mágico, tan nuestro, tan único. No hay otro cielo como el de Madrid en un día de invierno. Quizá se deba a la "boina", quién sabe.

Yo estoy ahora viviendo mi pequeño romance de invierno con mi ciudad. Reencontrándome, gracias a mi nuevo trabajo, con calles olvidadas, jardines que marcaron mi adolescencia, avenidas llenas de árboles que enmarcan mis recuerdos. Otros mundos, otros momentos, otra yo.

Quizá tenga cariño a esta zona de Madrid porque era donde mejor lo pasé con mis padres. Cuando era su aniversario, a principios de otoño, siempre salíamos al Rastro, después a comer por el centro, y por la tarde, paseábamos por Recoletos disfrutando de la Feria del Libro Viejo y de Ocasión, y terminábamos el día tomando algo en el Café Gijón (con mi anhelado deseo de encontrarme con Pérez Reverte, algo que nunca sucedió). Una de las pocas, poquísimas ocasiones en que hacíamos algo los tres juntos.

Ahora voy cada día por ese paseo, admiro los árboles sin hojas (me encantan los árboles desnudos), camino si voy con tiempo entre Colón y Cibeles, y luego a la Puerta de Alcalá. Pensando en lo bella que es mi ciudad y la suerte que tengo. Suerte por vivir en la única ciudad del mundo capaz de dedicarle una estatua al Ángel Caído. Capaz de revolucionarse por la honra de un rey que ni la tiene ni la merece, peleando calle a calle con cuchillos jamoneros y tijeras de costura, hombre, mujer y niño igualados ante el enemigo francés. Una ciudad hermosa y fría, nunca buena madre pero tampoco mala madrastra. Una ciudad que te acoge con los brazos abiertos, te da la bienvenida y te atrapa, para mostrarte después su cara de pesadilla, cuando ya no puedes escapar. Una ciudad donde montar en barca en un lago en mitad de la ciudad, donde comer el mejor bocadillo de calamares, donde visitar la mejor pinacoteca del mundo. Castellana, Recoletos, Paseo del Prado, Gran Vía... Cibeles y la Puerta de Alcalá.

Muchas veces he querido irme, nunca lo he logrado. Muchos días te odiaré, Madrid. Pero hoy, hoy te amo.


02 enero, 2012

Vida laboral

Comienza el año y yo comienzo escribiendo, ya veremos cuánto dura :P

Este último mes de diciembre ha sido un tanto caótico, sobre todo en lo referente a mi vida laboral. Y mira que mi vida laboral ya era bizarra...

En mi más tierna juventud comencé a trabajar por casualidad. Sin pensarlo. Un amigo de la facultad me dijo que le habían llamado de una ETT, pero que el curro a él no le gustaba, así que iba a pasar, pero que como pedían mecanografía, había pensado en mí... Así que allí fuimos, hice la prueba y me cogieron. Y ese fue el modo en que conseguí mi primer empleo. Un empleo... curioso :P. Se trataba de subtitular las series y los documentales de Telecinco y Telemadrid. Después pasé a subtitular los informativos de Telecinco en directo, currando de jueves a domingo y ganando una pasta... De esa época tengo buenos recuerdos, la verdad, aunque me prometí no volver a currar nunca los fines de semana. Así como me prometí no currar jamás de teleoperador... dos promesas que se fueron al traste este pasado mes de diciembre :P

En esos años que cuento todo mi círculo de amigos trabajaba como teleoperador en distintos lugares. Y a mí me parecía el peor curro del mundo. Claro, que el mío era la leche, pero oye, aún sin comparar con lo mejor, objetivamente el suyo era una mierda. Y ahí fue cuando hice la promesa. Ya que había conseguido superar la barrera del primer trabajo sin caer en el telemárketing, jamás lo haría.

Pues ese jamás se fue al traste en diciembre. Después de buscar trabajo desesperadamente desde el mes de junio sin que me llamaran más que empresas estafa (ese es otro tema que ya comentaré), el único sitio donde me querían era una empresa de telemárketing. Con dos cojones. Currando, por supuesto, fines de semana y hasta las 22.00 de la noche... Horrible.

Lo odié. Lo odié desde el primer día. Odié tener que vender ADSL y televisión por cable, odié tener que llevar cascos, odié el horario, el sitio, el ambiente, la maldita camisa negra y el pelo recogido... Y así pasó. He durado 15 días, más o menos... Ni yo les he gustado ni ellos a mí, es lo que hay...

Afortunadamente, como odiaba mi curro, he seguido buscando. Y ahora, primer día de este 2012, comienzo como auxiliar administrativo en una clínica, un trabajo que me encanta, que sé hacer, en el que me encuentro cómoda. Trabajo en pleno centro, una maravilla de sitio, con gente encantadora que me tratan como una más de la familia desde el primer día...

15 días... 15 escasos días y sé que ese trabajo no es para mí, que no lo soporto y que me parece repugnante. Espero no tener nunca que volver a pasar por ello. Han sido los peores 15 días de mi bizarra carrera laboral.

Pero ahora... ahora soy feliz con mis loquitos ^_^. Y por supuesto, feliz 2012 a todos :).