13 junio, 2011

Escribir a máquina

Hoy, leyendo el artículo de Pérez Reverte, me ha asaltado una terrible melancolía. Yo, que paso mi vida pegada a un teclado de ordenador, he recordado esos momentos en que, en lugar de pantalla, una fina hoja de papel mostraba los resultados de mis avances.

Yo comencé en esto de la tecla a la temprana edad de 8 años. El 26 de junio de 1988 me regalaron por mi comunión (de ahí que la fecha esté grabada a fuego) una preciosa Olivetti Lettera 42. Una maravilla como ésta:


Tenía, como la de la foto, la cinta partida para escribir en negro o rojo, y un botón para borrar incluso. Oh, maravilla de maravillas. Era el último modelo, un capricho, que a mis ojos de niña de 7 años que acaba de hacer la comunión era una mierda.

Pero pasaron los días, pocos la verdad, y empecé a aporrear las teclas sin orden ni concierto. Pero me gustaba, así que mi madre, ni corta ni perezosa, me matriculó en una academia de mecanografía. Con 8 años. Sí, leéis bien. El problema, que a la directora de la academia se le olvidó comentar, es que hasta los 11 años no te dejaban examinarte del título. Así que, servidora, tardó 6 años en sacarse el título de Mecanografía (Por la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, ahí es nada), mientras que otra gente, en un par de años lo tenían listo.

Pero lo hija de puta que era la Señorita Pili (bruja de mi infancia que representó mi única pesadilla en cuanto a temas de profesorado, pero que ella sola fue capaz de amargarme la existencia durante 6 largos años), lo comentaré en otro momento.

Ahora lo que me importa es esa sensación. Entrar en el aula donde estaban las máquinas, viejas Olivettis de hierro y teclas más duras que la madre que las parió, respirar el intenso olor a tinta que impregnaba todo el ambiente, escuchar el tactactac de las teclas... ahora, en estos momentos, más de 20 años después, lo recuerdo con cariño. En esa época, era una tortura, claro.

En esa academia, con esas viejísimas Olivettis, verdes en mi caso,


en esa academia, decía, aprendí el valor de las palabras. Grabé a fuego el orden de las teclas, tanto, que ahora mi portátil tiene algunas letras borradas y no es problema para mí. Aprendí a escribir "al tacto", como se decía entonces. Aprendí a amar ese dolor en los dedos, después de estar horas con el ASDFGF, ÑLKJHJ. Y aprendí a que, por mucho que quisiera la señorita Pili, jamás de los jamases emplearía el meñique para teclear.

Gracias a mis chorrocientas pulsaciones, conseguí mi primer empleo. Y a partir de ese regalo de comunión que tan inútil me pareció, creo que jamás he pasado más de dos días seguidos sin darle a la tecla, por un motivo u otro. Tengo que reconocer, eso sí, al hilo del artículo con el que he comenzado todo, que mi paso de la máquina al ordenador no fue traumático, al contrario. Teclas más suaves, más pulsaciones, más velocidad, mejor para mí. Aunque sí que se me ha quedado, como pequeño defecto de formación, una forma agresiva de pulsar las teclas, unos golpes demasiado fuertes que delatan a quien, en lugar de un teclado, aprendió a amar la escritura con esas teclas redondas y duras.

Odié tanto como ahora amo esas largas cartas de práctica en las que, después de dos folios perfectamente escritos, cometías la odiosa errata que lo daba todo al traste. Odié la historia de la Real Sociedad Económica Matritense, que tenías que transcribir, a pesar de que eso significaba que ya estabas en tercero y que la libertad estaba cerca. También hice un curso de taquigrafía, pero eso no me gustaba y supliqué por dejarlo. Nunca se me ha dado bien escribir a mano.

Y todo esto para reconocer que, como Arturito, yo hoy siento añoranza también de ese viejo trasto. De ese olor a tinta (parece mentira cómo se incrusta en tu cerebro, cómo te marca, cómo aún ahora puedo sentirlo si me concentro), de las marcas en los dedos al colarse entre las teclas, del dolor en las yemas después de horas de práctica. Mi primer diario lo escribí en esa máquina... Supongo que siento todo este cariño por ella porque, por fin, alguien como yo podía escribir con una letra bonita, y todo el mundo, de una puñetera vez, se fijaría en lo que decía, y no en lo feo de su apariencia.

Fui la primera en entregar los trabajos a máquina en el cole. Normal, a los 8 ya sabía escribir a máquina... Creo que jamás se lo he agradecido a mis padres. Un error imperdonable.

7 comentarios:

Lhiannan Shee dijo...

Para mí, no sólo no fue traumático el paso sino que lo hice encantada... me encanta la tecnología, supongo. No añoro la Olivetti 98. ¡Pero también me encanta escribir a mano!

16 de junio, 19:01

Raquel Perez Martinez dijo...

Déjate,déjate...ahí con el tipes todo el rato...

16 de junio, 22:40

Arwen_mge dijo...

Lo primero, no entiendo por qué estas dos cosas han salido ahora, escribí estos dos blogs hace días...

Lo segundo, yo también soy tecnoadicta, pero reconozco que mi parte más romántica hecha de menos estas cosas "analógicas" :P

Raquel, mi Lettera 42 era un prodigio de la tecnología, tenía tipex incorporado en la cinta!!!! Sólo tenías que darle al retroceso, y listo. Pero, para no pecar de falsa modestia, tengo que reconocer que cometía muchísimos menos errores con máquina que con PC. Mi precisión era buenísima :D Ya digo, tantos años en clase, tienen que tener sus ventajas :P

17 de junio, 13:30

Lhiannan Shee dijo...

Creo que mi romanticismo es distinto... odio el recuerdo del dolor de los dedos, y cuando se te levantaba esa parte donde la piel y la uña de unen (no tenía que retirarme las cutículas... lo hacía la máquina). Sí que me gusta el recuerdo del sonido de las teclas... pero no echo de menos la máquina de escribir para nada!

17 de junio, 13:33

Arwen_mge dijo...

Es como mirarse a un espejo ^_^

Estoy segura que si nos ponemos a hablar de ordenadores, no andaremos muy lejos tampoco, jajajaja. Yo empecé jugando al ahorcado en el spectrum de mi hermano. Pero mi primer ordenador, mío y sólo mío, fue un maravilloso 386 con Win 3.1 (ni siquiera llegaba al 3.11). Ahí aprendí, a base de ensayo y error, todo lo que sé de informática :P.

Esas heridas en las manos... creo que es lo que más recordamos todas ¿eh? Jajajaja, el dolor al colarse el dedo y notar cómo la piel desaparecía y pensar, "esto va a escocer de un momento a otro" :P

17 de junio, 13:47

Laura Torres Castellano dijo...

Si lo miras por el lado bueno, luego comienzas a tocar la guitarra y piensas... bah... no puede doler más que aporrear las aes y las pes de la máquina de escribir jajaja.
Todavía sueño de manera esporádica que estoy en clase de mecanografía y en el sueño percibo taaan real el monótono golpeteo y el tacto de las teclas!!!

Por cierto, yo tampoco se lo he agradecido a mis padres... hasta hace un par de semanas

17 de junio, 13:57

Arwen_mge dijo...

¿También tocas la guitarra? OMFG!!!!! Jajajajajaja, empiezo a asustarme, no puede haber aquí tres mujeres tan parecidas (que aunque Lhiannan no lo diga aquí, soy su mini-en-edad-clon), jajajajaja. Eso sí, a mí las ampollas que me salieron con las dichosas cuerdas de la guitarra también me costaron disgustos :D

17 de junio, 13:59