Parece que cada jueves, Collar tiene para mí una nueva sorpresa, un cambio de rumbo. Si la semana pasada consiguió devolverme el interés por una carrera que yo tenía como muerta desde hacía meses, esta semana se ha superado, haciéndome desear estar ya en septiembre :).
Me explico. Hace dos años yo empecé con él un trabajo académicamente dirigido sobre sillerías de coro en Castilla en el S. XVI. Un tema que, de entrada, me parecía bastante anodino, pero que se me presentó fascinante en cuanto empecé a conocerlo. La iconografía de las sillerías, la libertad del escultor en misericordias y apoyamanos, la calidez de la madera... me hicieron volver la mirada hacia una parcela del arte que rara vez miramos como artística. Que rara vez consigue atraer nuestra atención. Y pude, además, disfrutar de la increíble experiencia que supone tener la catedral de León para mí sola (y mi legítimo), prácticamente apagada, sin turistas, y escuchar tus pasos resonar en las enormes bóvedas, mientras sales tras pasar unas de las horas más intensas de tu vida. Os juro que tiene algo de mágico, algo de místico... no sé cómo desribirlo, porque una es atea hasta la médula. Pero si fuera creyente, os aseguro que ahí, en ese instante, a solas con la piedra y la madera, escuchando tan sólo tu propio interior y el crujir del edificio vivo... se siente la presencia de algo.
Pues bien, tras fotografiar tres coros de los muchos que tenía que tratar en mi estudio, me di cuenta que si quería sacar el curso adelante, no iba a poder seguir con el trabajo, así que no me quedó más remedio que abandonarlo, con todo el dolor de mi corazón. Un año en blanco después por la operación, me encontraba con la necesidad casi física y sobre todo, económica, de terminar la carrera aprovechando el año de paro que se me presentaba delante. Y claro, la idea del trabajo no tenía sentido.
Pero tras un primer semestre demasiado intenso, y un segundo con las peores asignaturas de toda la carrera y, sobre todo, los peores profesores que uno se pueda echar a la cara, decidí que qué coño, quería que esto tuviera sentido. Para eso, ver entrada anterior, que ya lo expliqué.
Pues bien, cuando vuelvo a estar ilusionada con mis coros, me viene ayer mi Collar del alma y me suelta que tiene una proposición muy indecente que hacerme. Tras la clase, le pregunto, y me dice que viendo una web sobre el tema, pensó que a mí me gustaría mucho, y que desde entonces, lleva dándole vueltas (para que veáis lo solete que es, que hasta en su casa se preocupa por sus alumnos *_*). Que tendría que abandonar los coros, pero a cambio, hacer el trabajo sobre la representación de la brujería y el satanismo en la pintura europea desde El Bosco hasta Goya, sin incluirlos, claro (ellos dos solos ya dan para dos trabajos...). Y yo... yo... qué puedo decir. Pues que este hombre me tiene ganada, básicamente.
Así que adiós a mis coros, y bienvenidos, brujitas y demonios :). Ahora, la verdad es que el resto de asignaturas de este año me dan pereza, pero con la idea de aprobarlo todo para estar libre el año que viene para dedicarlo en cuerpo y alma a mis brujas... todo se lleva mejor :).
A ver qué me prepara este hombre para el jueves que viene, que vivo sin vivir en mí, y muero porque no muero (sí, Santa Teresa me tiene ganada... qué poesía la de esta mujer... qué intensidad, qué maravilla... algún día hablaré de ella y de Bukowski, que los estoy leyendo en paralelo, jejejeje).
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