02 diciembre, 2011

Creatividad

Muchas veces he dicho que me encantaría ser creativa. Es mi gran espina clavada, y que no sale ni a tiros. Mi talento (mucho o poco, no soy yo quien debe juzgarlo) narrativo se convierte en un pobre bálsamo, pero necesario, ante esa herida abierta.

Pero hay días en que la envidia me corroe. Cuando veo a gente cuya creatividad, cuyo talento y buen hacer no sólo es evidente sino que te arrolla, te golpea, te pasa por encima y no te permite ni respirar, cuando esto pasa, decía, la envidia crece y crece. Envidia de la mala, en la mayoría de los casos. Y de la buena en unos pocos.

Y hoy voy a hablar precisamente de esos casos. El martes pasado estuve en la presentación de un libro en la Fnac de Castellana. Un libro que es la obra de dos seres creativos, pero no unos cualquiera, sino de esos que arrollan, que son mágicos, cuya luz sirve para bañarte cuando estás cerca. Y coño, además, son mis amigos.

Pero no creáis que ese hecho me quita objetividad. No, no, para nada... Al contrario. Gracias a la cercanía puedo conocer los procesos creativos más de cerca, y darme cuenta que no sólo el resultado es una pasada, sino que todo el camino es alucinante.

Bueno, a lo que íbamos, el martes se presentó en Castellana un libro, este libro:


Cult Movies, Películas para llevarse al Infierno, de Vicente Muñoz y con pictogramas de Julia D. Velázquez. De ella ya hablé aquí. Y es una de mis personas favoritas. Y de mis artistas favoritas. Y no tengo mucho más que decir. Es absolutamente genial.

De él tengo que decir que conozco su obra desde hace poco (poquísimo) pero me tiene enganchada. Estoy terminando ya el libro, y eso que apenas he tenido tiempo para nada esta semana (ya hablaré de mi abandono de la cola del paro en otro momento).

El libro une literatura y cine, cine y literatura, y los pictogramas son como el colofón final, la guinda del pastel, esa imagen que va directa al subconsciente y que, si has visto la peli, hace que pienses "justo eso es", justo una imagen que resume el sentido, el sentimiento de la peli. Es un libro escrito desde el estómago, como yo digo. No es un crítico pagado por la industria para dar publicidad. Y no son pelis al uso. Son filmes especiales, raros, underground, aunque alguno hay más conocido. Opinión personal, crítica constructiva, literatura a raudales y arte, mucho arte.

Y de regalo, un dvd con una peli de animación que aún no he visto, pero que promete. Y es ante estas personas cuando uno siente envidia, pero de la buena. La que te hace pensar, "joder, yo quiero hacer cosas así" para inmediatamente seguir "soy afortunado de tenerlos a mi lado".

Gracias chicos, por permitirnos compartir el nacimiento de este bebé tan genial. Y a todos los demás, el libro es la ostia, os lo recomiendo encarecidamente.

26 septiembre, 2011

Re-encontrarse con viejos amigos

Esa es la sensación, ni más ni menos, cuando cojo un libro de Martin de la saga de Canción de Hielo y Fuego. He terminado hace unos días la quinta entrega (tranquilos, nada de spoilers :P), en inglés, y la verdad es que, aunque prefiero leerlo en el idioma de Cervantes... pues el ansia me puede y no espero :P.

Que me gusta leer es algo que creo que queda claro, jejejeje. Pero es que este hombre... este hombre tiene un modo de escribir que me vuelve loca. Esa capacidad para crear personajes complejos y humanos, con luces y sombras, esa habilidad para llevarte por dónde él quiere, haciendo que odies o adores al mismo personaje tan sólo con unos capítulos de diferencia, esas historias de folletín que se saca de la manga... Ufffff, si es que lo tiene todo.

Después de cinco libros, cada personaje es casi como de la familia. Me veo capaz de anticipar sus reacciones, de saber qué les mueve, sus palabras llegan a mí como frases de viejos amigos... y eso es lo que son. Cada revés se convierte en un palo casi físico, cada triunfo de los favoritos (todos tenemos favoritos, claro :P) es un motivo de alegría.

Normalmente, por mucho que me guste un libro, no consigo identificarme tanto con los personajes. Son historias que les pasan a otros, que leo casi como un voyeur que no debería estar allí. Pero hay un pequeño grupo de autores que consigue llegarme. Tolkien, Pérez-Reverte (sobre todo con el viejo Capitán), y Martin, sobre todo Martin. Y la verdad es que eso lo valoro increíblemente. Ese disfrute de leer página tras página, de ver avanzar con cordura y lógica las cosas, aunque se vuelvan locas y la situación se vaya de madre. Es eso lo que le falta, por ejemplo, a historias como las de Harry Potter o incluso a Dune. Una visión global, un saber a dónde vas, aunque como el propio Martin reconoce, sus personajes tienen vida propia y toman el control llevándole por otros derroteros distintos a los que él tenía pensados. Pero sí que sabe dónde quiere ir a parar, la idea está ahí, no se saca hechizos de la manga y giros de la trama sin sentido.

Siempre he dicho, desde que lo descubrí, que Tolkien era mi Dios. He leído El Señor... pffff, ni siquiera podría contar las veces, pero una vez al año mínimo cae. Sin embargo Martin está ahí ahí, haciéndole una dura competencia. Tanto, que ni siquiera sé cuál de los dos me gusta más ahora mismo, y eso ya es decir mucho. Muchísimo. ¿Tolkien destronado? Ufffff...

Pero ahí estoy, alucinando desde hace días del pedazo de libro que he tenido el placer de disfrutar, del modo magistral que tiene de utilizar el lenguaje para darle a cada personaje su personalidad, de las frases tan impresionantes que se marca... Pero claro, un tío capaz de parar la impresión de su novela para cambiar una sola frase es lo que tiene, que escribe libros perfectos.

No conozco a nadie, a nadie, a quién no le haya gustado Canción de Hielo y Fuego, es increíble. Se lo he recomendado a todo el mundo a mi alrededor, y todos se han flipado. Hasta mi madre (que es una lectora voraz, pero de otra generación). Da igual qué tipo de literatura guste más, Tronos siempre triunfa. Y eso es algo que muy poca gente puede decir. Es el regalo perfecto, sabes que con Tronos aciertas seguro.

Y yo... yo tengo ganas de leer. Y no sé el qué, porque el listón está jodidamente alto después de estar danzando con dragones. ¿Empiezo con El Señor? ¿O caigo en la tentación y comienzo a conocer a los Stark y a los Lannister de nuevo? Ufffff, complicado, complicado... Por ahora, me dedicaré a mis brujitas, pero...

Gracias, señor Martin, por regalarnos esta joya.

09 septiembre, 2011

Hay gente que es gilipollas

Pues eso, hay gente que tú la ves (al menos a mí me pasa) y piensas "es gilipollas", y claro, cuando abre la boca, te reiteras... "Sí, es gilipollas". En mi facultad, sobre todo en el turno de mañana, hay un gran número de esos especímenes, una manada de gente que curiosamente siempre está asociada al arte contemporáneo. Supongo que lo dan tus intereses, cuando te gusta el arte hecho por gilipollas y cara duras (con honrosas excepciones) es que muy lejos no estás...

Todo esto viene a que ayer, después de mi examen, había quedado con dos compañeras que se salen de ese grupo (curiosamente, ambas medievalistas). Y al encontrarlas, estaban con otras tres personas, una chica y dos chicos. En cuanto vi a la tía, lo supe. La certeza me golpeó como un puñetazo en la boca del estómago. Supe que estaba ante un magnífico ejemplar de eso que llamamos una GRAN gilipollas. Y lo demostró. Con una sola frase: "Si alguna vez vais a Roma, hacedme caso que yo he vivido allí. No vayáis al foro, meteos en el museo que hay al lado y así lo veis todo sin tener que entrar. Porque total, ¿qué hay en el foro? Piedras..."

Y yo pensé, piedras y las neuronas que a ti te faltan, subnormal... Yo, prudente, y que no sabía quién coño era esa petarda, decidí no saltarle a los ojos por si era buena amiga de alguna de las dos mías... Y dije aquello de: "hombre, cuando vas con un historiador especialista en la Antigua Roma y te has hecho un viaje sólo para dejar unas flores en el ara de César, te aseguro que si no entras al foro sí que te pierdes bastante... No son sólo piedras". Y te mira y te dice: "¿Estuviste? ¿Y te gustó?" Y claro, ahí notas ese tono de desprecio, esa naricilla subida creyéndote imbécil por dedicar tu atención a unas piedras con 2000 años de historia en lugar de uno de sus ídolos que pegan grillos en la pared, y piensas: "Arwencita, respira, y respira y cállate, porque como hables, la lías". Y claro, el resto de la conversación deriva en lo maravillosa que es ella, y de repente te das cuenta que de las seis personas que estáis ahí, todos tenéis cara de "¿pero de qué va esta tía?"

Y así, sin comentarlo, sin pensarlo, cinco personas con una profunda formación medieval, deciden atacar al atacante, defenderse con la mejor arma... ¿Pero tú crees que Barceló es un genio? Y ahí no hay escapatoria... O reconoce que Barceló es una mierda y ya empieza el ataque a todo el arte contemporáneo, o reconoce que le gusta y se gana nuestro gesto de infinito desprecio. Es lo que hay... Y lo peor es que no es un caso aislado, se da mucho en mi carrera. No sé por qué, hay determinadas personas (curiosamente suelen ser mujeres, muy jóvenes y allegadas al arte contemporáneo) que se creen superiores sólo por eso, gafapastas mal llevadas, modernillas de medio pelo que se creen algo por tener una carrera que es papel mojado en sus manos, porque se han perdido lo auténticamente fundamental en estas ramas de humanidades, que es la formación del espíritu. Y su espíritu apesta.

Fueron 10 o 15 minutos, no recuerdo, pero no pude más. Miré el reloj y aduje una obligación importantísima. Tres medievalistas nos fuimos a hablar de buenos y malos profesores, de buenos y malos compañeros, de buen y mal arte y a disfrutar de una oreja a la plancha como no hay otra. Y qué les jodan a los gilipollas...

Ir a Roma y no pisar el foro... hija de puta ¬¬

03 septiembre, 2011

Como vino, se fue

Debe ser el otoño que se ha echado encima de la ciudad de la noche a la mañana, o los desengaños académicos cuando ves que todo tu esfuerzo de un año se va a la mierda por desequilibrados con asiento fijo, o estar de rodriguez sin quererlo... no lo sé, pero estoy como el día, agilipollá perdía. Es lo que hay.

Soy una persona de temperamento melancólico, como se decía antaño. Siempre me ha gustado esa expresión, me refleja totalmente. Caigo con facilidad en estados de apatía, y vivo mucho, casi demasiado, en el pasado. Mis fotografías son de mis bienes más preciados, más incluso que los libros y eso es mucho decir. Los libros puedo recomprarlos, los recuerdos no. Siempre he pensado que el alzehimer es la peor enfermedad contra la que no hay lucha posible, y que somos exactamente lo que nuestro yo anterior ha querido hacer de nosotros.

En fin, toda esta mierda no sé a qué viene, pero bueno, a lo que iba. Llevo días con una espina clavada, una espina que si bien no duele, molesta una barbaridad. Y sé que son cosas que pasan, que la vida es así, pero... sigue jodiendo.

Soy una persona que, a pesar de ser abierta y sociable (con matices, que luego me venís diciendo que soy una borde de cuidado, y es cierto :P), me cuesta mucho, muchísimo darme a conocer realmente. Hablar con la gente de mis problemas es algo que hago raramente, de lo que realmente me preocupa o marca mi vida. Es cierto que desde hace un tiempo eso no es tan radical como antes, pero... sigue estando ahí.

Pues bien, sé que son cosas de la vida, que a todos nos ha pasado y que nos seguirá pasando, pero cuando una de esas personas que han estado ahí, que han sido tan importantes, sale de mi vida, me cuesta recuperarme. Sobre todo, porque en casi todos los casos, no es una ruptura violenta sino un dejarlo estar, un distanciamiento y siempre la frialdad duele más que una bronca. Es más fácil atacar y defender que, simplemente, dejarlo ir.

Todo esto viene porque hace poco unas personas a las que yo consideraba amigas tuvieron un cambio fundamental en su vida, de lo que me enteré de refilón por Facebook. La relación estaba casi muerta, dando sus últimos estertores, pero hay cosas que... duelen. Por lo que fue, por todo lo que representó, por las horas y horas colgados al teléfono, por los secretos, las confidencias, las risas y las lágrimas, los cafés y las cervezas...

Sé que es un gesto estúpido, casi infantil, pero mi reacción fue eliminarlos del Facebook. Antes se rompían las fotos, ahora son digitales y jamás borraré una foto (ya he explicado por qué). Ahora, se eliminan del Facebook, es lo que hay. Y no son los primeros.

Pero eso no evita que me pregunte, ¿pude hacer algo más? Mi parte racional dice que no, que llamé intentando quedar, que seguí intentando mantener el contacto, pero éste sólo funciona en dos direcciones. Y aún así...

Como digo, no es la primera vez. Nombres se amontonan en mi mente ahora mismo, y sigo teniendo la misma sensación. Se fueron para siempre, asúmelo ya, joder... El Facebook me ha demostrado, como ya dije, que a veces no es para siempre, pero son los menos. Luego viene mi momento "fustígate con el látigo de nueve colas y asume que si no quieren saber de ti es porque eres una loca paranoide que no se aguanta ni ella". Peeeeero, vuelve mi parte racional al ataque y asumo que no, que no siempre tiene que ser todo culpa mía, que una amistad es cosa de dos, es lo que hay. Que la vida cambia para todos, y las cosas que había en común ya no existen, que realmente no es culpa de nadie.

Pero eso no evita que me sienta triste. Por lo que fue y ya no es.

No quiero más "lo que fue y ya no es".

31 agosto, 2011

No, no y no

Llevo unos días escandalizándome cada vez más. No quería hablar, no quiero entrar en polémica, quiero tomarme la vida mucho más zen, pero ya no puedo más. Hoy he visto algo en las noticias (que son malas para la salud) que me ha sacado de quicio.

Y tengo que decirlo. Estoy hasta los cojones de lo políticamente correcto.

Hoy he visto una información, que de ser cierta, demuestra que no sólo somos un país de pandereta, sino también, gilipollas. Nos dejamos manipular y del modo más zafio, cuando nos dicen "¡cuidado! ¡Os quieren obligar a pensar de cierta manera! ¡Mejor piensa como yo, que es lo correcto!" Y no nos damos cuenta que seguimos siendo borregos. Políticamente correctos, pero borregos, gilipollas y lerdos.

La noticia en cuestión decía algo así como que en un pequeño pueblo de Málaga, Moclinejo, van a votar para convertir el lugar en un destino turístico exclusivamente homosexual (y pintarlo de rosa, que ya hay que ser horteras). Y el problema viene con ese "exclusivamente". A ver que yo me entere. Yo voy con mi pareja, heterosexual, y un amigo va con su pareja, del mismo sexo. Vamos a un lugar y a ellos los echan por "maricones de mierda" (en el peor de los casos). Y eso es delito (cosa que me parece perfecto). Ahora bien, vamos los mismos cuatro a ese pequeño pueblo de Málaga, a disfrutar de los espetos, y a mí y a mi pareja nos echan, sin más, porque es un lugar exclusivo gay. Y eso es bueno, moderno, ultra cool. ¡Mis cojones en vinagre! Es el mismo puto perro con distinto collar.

Hace ya un montón de años, demasiados, me enseñaron en los primeros días de carrera que todos somos iguales ante la ley. Mucho antes de eso, mis padres, que son mayores, añejos, de otra generación, me enseñaron que no importa con quién te vas a la cama, si te hace feliz. Que es la cuchara con que vas a comer, y que nadie debe imponerte una mierda. Y con eso me dirijo por la vida. Soy una fanática de la igualdad y del respeto, pero en ambas direcciones. No me digas con quién debo follar, y no te diré con quién debes hacerlo tú. No me digas a qué dios debo rezar, y no me quejaré cuando lo hagas tú. No me trates distinto porque entre mis piernas hay un órgano sexual determinado y yo haré lo mismo. Es sencillo, respétame y te respetaré.

Pero no me vengas imponiendo mierdas bajo la óptica de la modernidad y el progreso, porque no cuela. Me da igual que te pintes de rojo, de azul, de blanco y amarillo, o del color que te salga los cojones. Si me dices que a un lugar no puedo ir porque es exclusivo para gente que folla con determinada gente, me quejaré. Porque me recuerda mucho a otros tiempos, y a otros colores. Porque, joder, debo ser daltónica, o no diferenciar la izquierda y la derecha. Pero a mí el discurso me suena igual. Me están obligando a comulgar con ruedas de molino. Y por ahí, señores, no paso. Me da igual que lo llamen fascismos o discriminación positiva. Es una puta discriminación, y es ilegal, inmoral y me saca de quicio.

Cuando conozco a una persona, me importan tres cojones si es rubia o morena, alta o baja, hetero o gay. Exijo el mismo trato hacia mí, ni más ni menos. Exijo libertad, justicia e igualdad de trato. No quiero guettos, de ningún tipo. Ni leyes de paridad estúpidas que ni son de paridad ni son estúpidas, porque benefician a los de siempre, los que chupan del frasco.

Ya está bien. Dejemos de ser borregos en nombre de lo políticamente correcto, y seamos simplemente respetuosos. Y sí, esto va también por las JMJ. Coño, que también se paralizó Madrid cuando ganamos el mundial y no oí quejarse ni a Dios (nunca mejor dicho). Vive y deja vivir. Y esto va para TODOS.

Coño ya.

11 agosto, 2011

El príncipe azul

Quería que mi próxima entrada hablara sobre la visita que hice hace unos días a las ruinas del monasterio de Santa María la Real, pero es que llevo de un tiempo a esta parte escuchando algo que me saca de quicio. Me explico.

He escuchado, leído, visto en varios lugares y medios decir a varias mujeres una frase estupenda, modernísima y fantástica, "los príncipes azules no existen". Y al principio, te hace gracia. Después de varias, te das cuenta que se está convirtiendo en una idea común. Los príncipes azules no existen... ¡ni las princesas, no te jode!

Pero ante todo, he de poner mi mas exacerbado grito en el cielo, mi queja más enérgica. Que unas cuantas petardas no hayan encontrado a un príncipe no quiere decir que no existan. Sólo que son unas petardas. Yo puedo decir muy alto que los príncipes azules existen, porque yo tengo el mío.

Puede que no sea un príncipe al uso que me traiga el desayuno a la cama, pero todos los fines de semana (bueno, casi), me hace unos superdesayunos increíbles. Puede que no me compre cada capricho que se me antoja, pero nos hemos podido comprar una casa gracias a su "modo ameba ahorrativa". Puede que no me diga piropos cada día, pero me demuestra de mil maneras diferentes que soy la única. ¡Y una mierda que los príncipes azules no existen! El mío es azul, azul real intenso, imborrable, imperecedero... y único, ese es el problema.

Que yo soy una princesa afortunada, que ha encontrado al príncipe que le da la dosis justa de cal y arena para hacerle feliz. Supongo que ese es el problema. La mayoría de las mujeres están tan centradas en lo modernas que tienen que ser, que ni ellas mismas saben lo que quieren. Pues que se jodan. Pero los príncipes son como las meigas, existir, existen.

He dicho >_<

17 julio, 2011

De ADV, TQD y otras de esas páginas (o tal vez no)

Hoy he visto en TDQ un post de una chica que decía que se iba a someter a un duro proceso quirúrgico para poder perder peso y luego zorrear y vengarse de todos los que la despreciaban por ser gorda. Y me ha puesto los pelos de punta.

Se supone que antes de pasar por una operación así, te hacen una consulta psicológica para estar seguros de que no te operas sufriendo algún desequilibrio. Y digo "se supone" porque la consulta efectivamente se realiza, pero es de cachondeo. Te pones delante de un médico que te dice que la operación no es la panacea universal, que vas a tener que seguir haciendo dieta y que te pregunta si vomitas después de comer. Claro, como que si una fuera anoréxica y quisiera una reducción de estómago lo iba a confesar así, alegremente... Es por esto que luego aparecen casos como el de la chica que comentaba.

Y es lamentable. Lamentable, porque nadie realmente te informa de lo duro que va a ser (y lo es un rato), de lo muchísimo que va a cambiarte la vida, de cómo vas a tener que cambiar todos tus hábitos, quieras o no, de cómo durante dos años vas a llevar una vida normal a duras penas... Nadie te cuenta la realidad. Te hablan, eso sí, de anestesias, cortes, limpieza de puntos y procedimientos quirúrgicos. Pero nadie habla del después, de cuando los puntos se han ido. Y, por supuesto, no pasas por más consultas de psiquiatría después, y creedme si os digo que es cuando más se necesitan.

Esa chica me da pena, mucha pena. No sabe lo que se le viene encima, no tiene ni idea. Y lo hace por los motivos equivocados. Cuando no pueda más de dolor y el único recurso que le quede sea llorar hasta quedarse dormida, cuando tenga que ponerse la heparina durante días y note cómo arde por dentro, cuando vomite cada día hasta perder las fuerzas... entonces, el único consuelo que queda es saber que lo haces porque después estarás mejor, te sentirás mejor, estarás más sana. Dudo mucho que en esos momentos piense en lo buena que va a estar y en cómo se las hará pagar a todos aquellos que la despreciaron... Dudo que ese odio la sostenga cuando no pueda más y lleve dos meses sin comer nada sólido.

Y me parece lamentable que se pueda operar, así, sin más. Sin apoyo, sin nadie que le haga vez que eso de zorrear es lo que menos importa, que no hay mayor recompensa que subir unas escaleras sin creer morir al llegar arriba o poder echarte una carrera para coger el autobús sin tener que estar el resto del trayecto recuperando el aliento...

Sí, la estética importa, por supuesto. Poder entrar en una tienda y encontrar ropa que te valga, dejar de tener miedo a las fotografías o a bailar en público, claro que importa. Pero no puedes basar en eso un cambio tan radical, tan absoluto y drástico de tu vida.

No, yo no soy la misma que hace casi dos años, y no sólo por los 40 kilos menos que peso. Ahora hay muchas cosas que no puedo hacer, pero que se compensan con el resto que sí y que antes no hubiera sido capaz. ¿Ponerme un vestido y tacones? ¡Claro! Pero es sólo una más, y ni siquiera de las más importantes.

En fin, a lo que iba, que esa chica me da muchísima pena. Y a todo esto, os recomiendo las páginas enlazadas, son divertidísimas :P. Me he ido por las ramas, lo siento. Es lo que tiene escribir a vuelapluma y desde el hígado. Que se habla directamente, sin pasar por el tamiz de la racionalidad.

30 junio, 2011

De Facebook y otras redes sociales

Está muy de moda ahora entre politólogos, psicólogos y gafapastas sin dos dedos de frente el avisar de los peligros de las redes sociales. ¡Son malas! ¡El demonio! ¡Cuidado, que viene el lobo! Gilipolleces.

No es la primera vez que tengo que escuchar cosas como estas. Pero algunas, me dejan ojiplática (cómo me gusta esa palabra...). Ayer, viendo las noticias, escuché que un estudio de una universidad española dejaba clarísimo que si pasas más de tres horas frente a un ordenador, es muy probable que acabes enganchado a las drogas. Anfetaminas, marihuana y cocaína decían textualmente... Joder, llevo media vida drogándome y yo sin enterarme...

Las redes sociales son el nuevo caballo de batalla, igual que antes fueron los chats y luego el messenger. Son peligrosos para nuestros hijos, son dañinos, aislan, distancian, hacen caer en depresiones, ¡cuidado! Mamarracheces. Eso, o yo estoy muy enferma, que puede ser.

Tuve mi primer ordenador a los 17. Y mi conexión a internet a eso de los 19. Desde entonces, y a no ser que esté incomunicada en un lugar sin cobertura o en el extranjero, cada día me conecto. Y la mayor parte del tiempo, paso muchas más de tres horas en redes sociales. Y antes pasé tardes enteras en el messenger, y mucho antes de eso, quemé la tarifa plana de Terra durante las noches de los fines de semana en un chat. Aún así, ni me voy a suicidar, ni me drogo salvajemente, ni se puede decir que no tenga vida social.

Comenzaré por el principio. Allá por mis tiernos 19, en Navidades, un amigo de la facultad me invitó a pasar por un chat en el que él participaba. En vacaciones no nos veíamos (algo raro, por lo visto, pero que era norma entre el grupo de amigos), y así podríamos mantener el contacto. Entré, vi y vencí como aquél que dice. No sólo hablé con él, conocí a un montón de gente maravillosa con las que compartí horas y horas de charla, momentos maravillosos de mi vida y otros no tan buenos. Y también conocí a gente que no merece la pena recordar, como en todos los ámbitos de la vida. Al contrario que en nuestra vida "normal", en un chat, en ese al menos, no importaba una mierda tu físico, edad o estatura. Sólo lo que tenías que decir. Para alguien que, a pesar de no estar acomplejado, siempre ha sufrido la tara de ser "la gorda", eso es un mundo. Por primera vez importaba quién era yo, por primera vez se miraba más allá, de entrada, como primera impresión. Y ahora, que venga cualquier gilipollas a decirme que eso es peligroso. Mis cojones.

Como en todo, tiene sus partes buenas y malas. Si no tienes la cabeza amueblada, es normal que acabes donde no debes, hablando con quien no debes y diciendo cosas que no debes. Pero el peligro no es el chat, el peligro es la educación recibida. Joder, yo sé que a un nickname al otro lado del ordenador no debo decirle dónde vivo, por lógica. Ni mandarle fotos de mis tetas... Pero porque he recibido esa educación. Si te sueltan como cabra al monte... la culpa y el peligro no es del chat, la culpa es de tus padres, por vestirte como una puta. He dicho.

Pues eso, que en ese chat fui yo, conocí a gente estupenda, pasé momentos maravillosos y... un día, simplemente acabó. Como todo, sigue un ciclo vital. Personas que en ese momento eran importantísimas para mí, desaparecieron de mi vida. O yo de las suyas.

Luego vino el messenger, entretenido, pero que me enganchó menos. Hasta que llegó un día en que una de esas personas importantes del chat, el viejo general, me habló de un juego on line. Primera noticia que teníamos mutuamente en años, pero aún así, no importó. Retomamos el contacto, jugamos, dedicamos nuestra vida a ese pequeño pedazo de espacio en Internet. ¿3 horas? ¡3 días seguidos sin apartarme llegué a estar! Y aún así, cuando había cosas que hacer en la "vida real", apagaba el ordenador y salía. Lo dicho, cabeza bien amueblada, y saber dónde hay que colocar cada cosa.

Aún así, ese juego, y el que lo siguió, me permitió también conocer gente de muy diversa procedencia. Gente con la que compartir aventuras, romances virtuales, y miles y miles de escritos. De este juego, del primero y mejor, conservo aún gente a mi alrededor, y uno de mis mejores amigos apareció en mi vida gracias a esta adicción. Un desmemoriado que no se podrá olvidar jamás.

Y después, después llegó Facebook. ¿Y qué me ha reportado esta red social? Una tremenda posibilidad de cotilleo, no nos engañemos :P. Pero también, y eso es mucho más importante, retomar el contacto con personas que creía perdidas para mí. Gente de mi infancia y adolescencia, compañeros de clase, habitantes de ese "Other"... personas que formaron parte de mi vida, una parte importantísima, y que había perdido. Ahora vuelven a estar ahí. Les tengo cerca, aunque vivan a miles de kilómetros. También me acerca a mi familia, me permite ver crecer a los míos a un mundo de distancia, me permite compartir sus vidas y que ellos compartan la mía.

Y ahora, que venga un gilipollas cualquiera a decir que internet, los chats y las redes sociales son peligrosas. Lo peligroso es la estupidez que atenaza a esta sociedad, el borreguismo que nos impide pensar con lógica y dos dedos de frente. Las redes sociales no alejan, no aislan, no hacen que te metas coca hasta las cejas. Eres tú quién hace todo eso. Igual que eres tú quien coge una katana y mata a su familia, y no el juego de rol al que estabas jugando. Son meras herramientas en nuestras manos, y tenemos que ser nosotros quienes les saquemos el máximo partido, sin perder nuestra esencia por el camino.

No soy una yonki, y la verdad, el día que me creé una cuenta en Facebook no sabía que me iba a devolver a tantos y buenos amigos. Tengamos un poquito de lógica y dejemos de decir sandeces. Aunque me da que eso es pedir demasiado.

13 junio, 2011

Escribir a máquina

Hoy, leyendo el artículo de Pérez Reverte, me ha asaltado una terrible melancolía. Yo, que paso mi vida pegada a un teclado de ordenador, he recordado esos momentos en que, en lugar de pantalla, una fina hoja de papel mostraba los resultados de mis avances.

Yo comencé en esto de la tecla a la temprana edad de 8 años. El 26 de junio de 1988 me regalaron por mi comunión (de ahí que la fecha esté grabada a fuego) una preciosa Olivetti Lettera 42. Una maravilla como ésta:


Tenía, como la de la foto, la cinta partida para escribir en negro o rojo, y un botón para borrar incluso. Oh, maravilla de maravillas. Era el último modelo, un capricho, que a mis ojos de niña de 7 años que acaba de hacer la comunión era una mierda.

Pero pasaron los días, pocos la verdad, y empecé a aporrear las teclas sin orden ni concierto. Pero me gustaba, así que mi madre, ni corta ni perezosa, me matriculó en una academia de mecanografía. Con 8 años. Sí, leéis bien. El problema, que a la directora de la academia se le olvidó comentar, es que hasta los 11 años no te dejaban examinarte del título. Así que, servidora, tardó 6 años en sacarse el título de Mecanografía (Por la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, ahí es nada), mientras que otra gente, en un par de años lo tenían listo.

Pero lo hija de puta que era la Señorita Pili (bruja de mi infancia que representó mi única pesadilla en cuanto a temas de profesorado, pero que ella sola fue capaz de amargarme la existencia durante 6 largos años), lo comentaré en otro momento.

Ahora lo que me importa es esa sensación. Entrar en el aula donde estaban las máquinas, viejas Olivettis de hierro y teclas más duras que la madre que las parió, respirar el intenso olor a tinta que impregnaba todo el ambiente, escuchar el tactactac de las teclas... ahora, en estos momentos, más de 20 años después, lo recuerdo con cariño. En esa época, era una tortura, claro.

En esa academia, con esas viejísimas Olivettis, verdes en mi caso,


en esa academia, decía, aprendí el valor de las palabras. Grabé a fuego el orden de las teclas, tanto, que ahora mi portátil tiene algunas letras borradas y no es problema para mí. Aprendí a escribir "al tacto", como se decía entonces. Aprendí a amar ese dolor en los dedos, después de estar horas con el ASDFGF, ÑLKJHJ. Y aprendí a que, por mucho que quisiera la señorita Pili, jamás de los jamases emplearía el meñique para teclear.

Gracias a mis chorrocientas pulsaciones, conseguí mi primer empleo. Y a partir de ese regalo de comunión que tan inútil me pareció, creo que jamás he pasado más de dos días seguidos sin darle a la tecla, por un motivo u otro. Tengo que reconocer, eso sí, al hilo del artículo con el que he comenzado todo, que mi paso de la máquina al ordenador no fue traumático, al contrario. Teclas más suaves, más pulsaciones, más velocidad, mejor para mí. Aunque sí que se me ha quedado, como pequeño defecto de formación, una forma agresiva de pulsar las teclas, unos golpes demasiado fuertes que delatan a quien, en lugar de un teclado, aprendió a amar la escritura con esas teclas redondas y duras.

Odié tanto como ahora amo esas largas cartas de práctica en las que, después de dos folios perfectamente escritos, cometías la odiosa errata que lo daba todo al traste. Odié la historia de la Real Sociedad Económica Matritense, que tenías que transcribir, a pesar de que eso significaba que ya estabas en tercero y que la libertad estaba cerca. También hice un curso de taquigrafía, pero eso no me gustaba y supliqué por dejarlo. Nunca se me ha dado bien escribir a mano.

Y todo esto para reconocer que, como Arturito, yo hoy siento añoranza también de ese viejo trasto. De ese olor a tinta (parece mentira cómo se incrusta en tu cerebro, cómo te marca, cómo aún ahora puedo sentirlo si me concentro), de las marcas en los dedos al colarse entre las teclas, del dolor en las yemas después de horas de práctica. Mi primer diario lo escribí en esa máquina... Supongo que siento todo este cariño por ella porque, por fin, alguien como yo podía escribir con una letra bonita, y todo el mundo, de una puñetera vez, se fijaría en lo que decía, y no en lo feo de su apariencia.

Fui la primera en entregar los trabajos a máquina en el cole. Normal, a los 8 ya sabía escribir a máquina... Creo que jamás se lo he agradecido a mis padres. Un error imperdonable.

31 mayo, 2011

Cosas que he hecho

- He comido pez fugu utilizando la fórmula tradicional de "Ojalá que nos veamos mañana".
- He seguido mis principios, a costa de lo racional, de lo políticamente correcto.
- He escrito un blog (o lo intento).
- He firmado una hipoteca.
- He encontrado el amor.
- He paseado por la orilla del Tiber y el Sena.
- He tirado del carro cuando ha sido necesario.
- He metido la pata, y he pedido perdón.
- He visto naves ardiendo más allá de Orión.
- He llorado y he reído.
- He llevado un vestido precioso y unos tacones estupendos.
- He pasado por un quirófano.
- He sido tatuada.
- He hecho fotos de lugares mágicos.
- He guardado en mi memoria imágenes imborrables.
- He pasado noches en vela.
- He cambiado mi vida a los 26 años.
- He perdido y reencontrado a gente importante.
- He sufrido un jet lag espantoso.
- He escuchado el susurro del mar.
- He estado en un accidente de coche.
- He echado de menos. Y de más.
- He visto Lo que el viento se llevó en la pantalla grande, y en versión original.
- He hecho cosas de las que no estoy orgullosa. Y otras de las que lo estoy muchísimo.
- He estado en la Universidad.
- He montado broncas épicas.
- He estado en kdd's.
- He subido a lo alto de la Torre Eiffel.
- He bajado a lo más profundo de las catacumbas romanas.
- He escuchado una "misa" sintoísta. Y una católica en Notre Dame.
- He proporcionado apuntes a mis compañeros, y me los han proporcionado a mí.
- He conocido a G.R.R. Martin y a Punset.
- He sido apoyada incondicionalmente por la persona más importante.
- He hecho todo esto y más...