10 agosto, 2008

Leer

Cuando miró por la ventana tuvo esa sensación de satisfacción de haber logrado algo. Estaba en esa cafetería antigua, con las mesas de mármol y las sillas de madera, con un café con leche, un libro y al lado de la ventana.

Hacer esto era un sueño que tenía desde siempre, pero nunca se había atrevido. No por vergüenza, sino porque siempre había mejores sitios para leer. Tranquilamente abrió el libro y empezó a leer. Algunas páginas después sobresalía el marcapáginas recuerdo de alguno de sus viajes. Había comenzado a viajar hacía poco, pero era algo que siempre compraba.

De vez en cuando levantaba la vista del libro y miraba a la gente pasar, sólo eso, mirar cómo la gente pasaba al otro lado de su ventana, cada uno con sus historias, algunos alegres y otros tristes, en grupos, parejas o solos. En soledad era como se sentía uno mejor, sin duda. Todo el tiempo del mundo para dedicárselo a uno mismo, pensar, leer y quizá tomar un café con leche fría en esa cafetería en la que nunca se atreve a entrar.

Mmmmm, este pequeño capricho iba a salir algo caro, pero daba igual, por una vez que disfrutara del ambiente de la cafetería no iba a pasar nada, un capricho se lo puede permitir cualquiera... Caprichos, ¿de verdad tenía tantos caprichos? No, realmente no lo creía, pero si todo el mundo lo decía... Aunque la vida era para disfrutarla ¿no? El camarero se acerca despacio, justo a tiempo para pedir otro café con leche fría, y quizá, sólo quizá, una porción de tarta de queso... no, mejor con el siguiente café, aún quedan muchas páginas del libro y muchas horas que perder viendo pasar gente tras los cristales de esta cafetería.

No podía concentrarse, tantas cosas estaban pasando a su alrededor, silenciosas y cotidianas... Esa pareja joven que hacía poco que se conocían, ese anciano asomado triste a su copa de coñac, esa mujer que camina sola por la calle, a veces seria y a veces sonriendo, como ante un secreto que sólo ella conoce, ante la verdad absoluta. A veces el mundo real es más interesante que un libro, pero sólo pasa pocas veces, como esa tarde, en esa cafetería.

Por fin consigue prestar atención al libro, una página, dos, tres... los minutos vuelan y cae el tercer café y el pedazo de tarta. Éste lo degusta más despacio, son las siete y aún tiene toda una hora por delante para disfrutar, para mimarse, para leer, para buscarse interiormente. El mundo es a veces tan grande que se necesita un ancla, una vieja cafetería de cortinas de terciopelo rojo y mesas de mármol. Los árboles al otro lado de la calle empiezan a moverse, parece que se está levantando una tormenta. Las últimas hojas que aún resistían ceden y caen al suelo, separadas definitivamente de la madre que les da la vida.

Vaya, el tiempo se agota, tiene que volver a la realidad. No ha conseguido leer mucho, pero sin duda ha disfrutado. El camarero trae la cuenta con un sonrisa, que se agranda cuando ve la generosa propina. Muchas gracias, dice. De nada.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

me gusta ver este post diferente de otros tuyos que he leído

un beso

Arwen_mge dijo...

Hacía días que quería escribir algo no tan "ensayístico", y probé con esto ;).

Un saludo ^_^

Dumorix dijo...

Pues te ha salído bastante chulo.
Ya dirás dónde es esa cafetería :P