27 agosto, 2008

Odio el transporte público

Pero lo odio con toda mi alma. Porque en mi curro no se puede aparcar (es lo que tiene currar casi en el jodido kilómetro cero de la capital de las Españas), si no, le iban a dar por culo al transporte público, por muy rápido (ja!), ecológico (ja!) y seguro (ja!) que sea.

Estoy harta, pero harta de verdad, de tener la obligación de conocer demasiado a las personas que comparten vehículo conmigo. La gente da asco, es una verdad absoluta. Normalmente, desde mi casa cojo el metro para ir a currar. Pero llevo dos semanas viniendo a currar en autobús (es lo que tiene estar de okupa en casa de otros), y en estos días ya ha dado más o menos tiempo de conocer a la gente que coje el mismo bus que tú. Está la chica de los vaqueros, el asqueroso del porro y siempre-llevo-la-misma-camiseta, y en la parada de Moncloa se sube el cansino.

Pero hoy ya ha sido más de lo que puedo soportar. He subido y estaba libre un asiento de esos solitarios, mis preferidos (si no hay libres, no me siento). Ocupo mi localidad, y me llega una peste de la mujer de delante indescriptible. Típica vieja asquerosa (que no anciana que no se vale, sino vieja que no le da la gana pasarse por la ducha), de 70 y tantos, estupenda ella, pero con una peste a sudor rancio y orín que creía morir. Me voy del asiento obviamente a otro de los solitarios, y la tía encima ¡¡me mira mal!! Con dos cojones. La muy asquerosa apesta y encima me mira mal a mí por cambiarme de asiento...

Pero ahí no acaba todo, no, qué va... En Moncloa como digo se sube el cansino, un viejo asqueroso también que se dedica a chillar todo el camino, y a pegar la hebra con el incauto que tenga cerca. Yo, por si no lo sabéis, voy siempre (SIEMPRE) con un libro y los cascos del iTouch a tope. Cualquiera que me vea, y que escuche la música que sale de los altavoces, puede pensar que no soy precisamente una persona sociable, y desde luego, que no soy una buena candidata para charlar con un desconocido en el transporte público. Pues este señor no opina lo mismo, no qué va... Ya van dos días que le tengo que decir que me deje en paz, que estoy tratando de leer. Imagináos el sonido de su voz, que me molesta incluso por encima de los berridos de Amy a todo volumen... Al menos, éste no apesta, aunque por su aspecto, se ve a la legua que es un asqueroso viejo verde (bueno, por su aspecto, y porque nunca da el coñazo a tíos o mujeres mayores...).

Y yo me pregunto, ¿qué he hecho yo en este mundo para sufrir esta tortura? En serio, en el transporte público soy el usuario modélico, no hablo, no me muevo, no hago ruiditos con los anillos en las barras de metal, voy a mi puta bola, sin molestar... ¿Por qué la gente no puede hacer lo mismo conmigo? Soy un ser absolutamente asocial, odio a la gente, me da asco, no soporto las aglomeraciones (llego al curro 20 minutos antes, porque si salgo a mi hora el autobús va muy lleno)... Supongo que ésto es el infierno, torturarme con aquello que odio más... Al menos el transporte público en Madrid lo parece (de los olores del metro en sí, hablamos otro día).

1 comentario:

Dumorix dijo...

Creo que ya lo he contado alguna vez.

Yo antes era un tipo concienciado con el transporte público y sus beneficiosos efectos para el tráfico de la ciudad,y la contaminación.

Sin embargo el día que tuve que llegar tarde a un exámen por culpa del metro y el autobús marco un antes y un después.

Luego me compré a mi Ex-Bollo, mi coche y ahí me volví más egoista y menos civilizado y ecologista. No soy yo el que tiene que poner la primera piedra ¬¬

Y la gente por descontado xD